Las veinticuatro tesis tomistas

Este artículo presenta un análisis detallado de las veinticuatro tesis tomistas, consideradas los principios fundamentales de la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Organizadas en cuatro bloques —ontología, cosmología, biología y antropología, y teodicea—, las tesis exploran desde la distinción entre potencia y acto, esencia y existencia, hasta la naturaleza del alma humana y la demostración de la existencia de Dios.

FILOSOFÍA

César Ojeda

10/1/202516 min read

Las veinticuatro tesis tomistas son las premisas fundamentales de la filosofía que sostuvo Santo Tomás de Aquino y que por lo mismo sostienen todo su pensamiento. Dichas tesis van entrelazadas por lo que solo son entendibles como conjunto, de ahí la fortaleza de su sistema que puede ofrecer todavía mucha riqueza al pensamiento, sobretodo en un contexto tan marcado por el posmodernismo como lo es la sociedad occidental.

Cuando Eduardo Hugon, O.P., realizó dicha recopilación lo hizo diviendo las tesis en cuatro grupos:

  1. Las tocantes a la ontología: Tesis I-VII

  2. Los tocantes a la cosmologia (hoy filosofía de la naturaleza): Tesis VIII-XII

  3. Las referentes a la biología y psicología (antropología filosófica): Tesis XIII-XXI

  4. Las referentes a la teodicea: Tesis XXII-XXIV

A continuación se mencionará cada tesis:

Tesis Ontológicas

Potencia y acto

Tesis I:
La potencia y el acto dividen el ser de tal modo que todo cuanto existe, o bien es acto puro, o bien es acto compuesto necesariamente de potencia y acto como primeros e intrínsecos.

Esta primera tesis constituye uno de los principios más fundamentales de la metafísica tomista. La noción de potencia alude a la capacidad de un ente para recibir perfección, mientras que el acto se refiere a la actualización de dicha capacidad. En las criaturas, ambos principios se encuentran necesariamente unidos: no hay acto creado que no esté limitado por una potencia, ni potencia que no tienda a un acto que la perfeccione. De ahí que el mundo creado siempre sea contingente, dinámico y dependiente.
Por el contrario, en Dios no hay composición, pues en Él no hay potencia alguna que limite su ser. Dios es, por tanto, acto puro, la plenitud misma del ser, fuente y medida de toda realidad. La distinción entre potencia y acto, al aplicarse a todos los entes creados, permite comprender tanto la diversidad del mundo como su dependencia radical de un principio primero que no admite composición.

Tesis II:
El acto, por lo mismo que es perfección, no está limitado sino por la potencia, que es capacidad de perfección. Por consiguiente, en el orden en que el acto es puro no puede sino ser universal y único; por el lado en que es finito y múltiple, entra en verdadera composición con la potencia.

En esta segunda tesis se profundiza en la naturaleza del acto. El acto en sí mismo es perfección ilimitada; sin embargo, al encontrarse en las criaturas, se halla restringido por la potencia que lo recibe. Así, el acto no es múltiple ni finito por su propia naturaleza, sino en cuanto que se compone con la potencia. De aquí se sigue que solo allí donde el acto es absolutamente puro —es decir, sin mezcla ni límite alguno— puede afirmarse que es único y universal. Ese es precisamente el modo en que se concibe a Dios en la filosofía de Santo Tomás: no como uno entre muchos, sino como la perfección misma del ser.
Las criaturas, en cambio, al poseer el acto limitado por la potencia, participan del ser de manera restringida. Esto explica tanto su contingencia como su diversidad, ya que cada ser finito se distingue en la medida en que su acto está circunscrito por una potencia determinada. En este punto se observa cómo la metafísica tomista busca siempre fundamentar la multiplicidad de lo creado en relación con la unidad absoluta del Creador.

Esencia y existencia

Tesis III:
Por lo tanto, en la absoluta del ser, en sí mismo, sólo subsiste Dios único y simplísimo, y todas las demás cosas que participan del ser tienen una naturaleza donde el ser se halla restringido, y están constituidas o compuestas de esencia y existencia como de principios realmente distintos.

Esta tesis introduce la célebre distinción tomista entre esencia y existencia. En Dios, la esencia se identifica con el existir mismo: ser y esencia son uno solo, lo que explica su simplicidad y necesidad absoluta. En cambio, en las criaturas encontramos una composición real: poseen una esencia que puede o no existir, y que solo llega al acto de ser al recibir la existencia como un principio realmente distinto.
Esto significa que todo lo creado es radicalmente contingente, pues nada de lo que existe lleva consigo el ser como algo propio, sino como un don recibido. La criatura no es su ser, sino que tiene ser; y en ello se manifiesta su dependencia respecto de Dios, que es el único ser cuya esencia es existir.

Tesis IV:
La noción de ente se aplica a Dios y a las creaturas, no de una manera unívoca, ni tampoco puramente equívoca, sino más bien analógica, con analogía de atribución y proporcionalidad.

Aquí aparece la noción de analogía del ser, clave para la metafísica tomista. No podemos hablar de Dios y de las criaturas con un mismo concepto unívoco, porque Dios no pertenece a un género común con lo creado. Tampoco hablamos de modo totalmente equívoco, porque de ser así, no habría posibilidad de conocimiento alguno de Dios. El término “ente” se predica de modo analógico: tanto Dios como las criaturas son, pero lo son de manera proporcional y según grados de perfección.
Este principio asegura la posibilidad de la teología natural. Nos permite afirmar que el lenguaje sobre Dios, aunque siempre limitado, no es vacío ni engañoso, sino que guarda una verdadera referencia fundada en la participación de las criaturas en el ser divino.

Sustancia y accidentes

Tesis V:
Hay, además, en toda creatura, composición real de un sujeto subsistente con otras formas secundarias añadidas, llamadas accidentes; y esta composición no se comprendería si no fuera recibido el ser en una esencia distinta de él mismo.

Toda criatura está compuesta no solo de esencia y existencia, sino también de sustancia y accidentes. La sustancia es lo que existe en sí mismo, mientras que los accidentes son modos de ser que existen en otro. Esto explica cómo un mismo ente puede permanecer idéntico en lo esencial y, sin embargo, cambiar en sus aspectos accidentales sin perder su identidad.
La existencia de accidentes está ligada a la composición de esencia y ser: solo lo que no es su ser puede admitir determinaciones adicionales. En este sentido, los accidentes son manifestaciones de la limitación propia de lo creado y, al mismo tiempo, condiciones de posibilidad para la diversidad de lo real.

Tesis VI:
Además de los accidentes absolutos, hay un accidente relativo, como tendencia hacia algo. Aunque tal relación de tendencia hacia alguna cosa no significa que propiamente una cosa inherente a un sujeto, tiene a menudo su causa en las cosas, y, por lo mismo, una real entidad distinta del sujeto.

Entre los accidentes, Santo Tomás distingue uno de especial importancia: la relación. Esta no consiste solo en una determinación subjetiva, sino que puede poseer realidad fundada en el ser mismo de las cosas. Por ejemplo, la paternidad no es solo una construcción mental, sino una relación real fundada en la generación.
La noción de relación adquiere una relevancia enorme en la metafísica tomista, porque permite explicar tanto las conexiones naturales entre las cosas creadas como los misterios más profundos de la fe, como la Trinidad, donde las relaciones personales son constitutivas de la misma divinidad.

Tesis VII:
La creatura espiritual es plenamente simple en su esencia. Pero queda en ella una doble composición: la de la esencia con la existencia y la de la sustancia con los accidentes.

Aun los seres puramente espirituales, como los ángeles, no son absolutamente simples. Carecen de la composición de materia y forma, pero no de la de esencia y existencia, ni de la de sustancia y accidentes. Esto marca un límite claro entre Dios y cualquier criatura: solo Dios es absolutamente simple.
Esta tesis subraya la radical trascendencia divina: incluso los seres más perfectos dentro del orden creado conservan una composición que manifiesta su condición de contingentes y su dependencia respecto del Ser subsistente.

TESIS COSMOLÓGICAS

Materia y forma

Tesis VIII:
La creatura corporal, en cuanto a su esencia, está compuesta de potencia y acto, y esta potencia y acto, del orden de la esencia, se designa con los nombres de materia y forma.

Esta tesis aplica la distinción entre acto y potencia al nivel de los entes materiales. En ellos, la potencia esencial recibe el nombre de materia prima, mientras que el acto esencial recibe el de forma sustancial. La materia es pura indeterminación, capacidad de recibir determinaciones; la forma, en cambio, es el principio que actualiza esa materia y la constituye en un ser de tal especie.
Gracias a esta composición hilemórfica (materia-forma), se puede comprender cómo un mismo principio de potencia puede dar lugar a múltiples individuos de diversas especies, según la forma que lo actualice. La materia sin forma no existe en acto, y la forma sin materia, en el orden de lo corpóreo, no se da naturalmente; ambas, por tanto, se requieren mutuamente para constituir la realidad corporal.

Tesis IX:
Ninguna de estas dos partes (de la esencia de las criaturas corporales: materia y forma) tiene por sí misma el ser, ni se produce o corrompe por sí; y no se incluyen entre los predicamentos, más que por reducción en cuanto son principios sustanciales.

Ni la materia prima ni la forma sustancial existen separadas en el orden de la experiencia. Solo existen en el compuesto sustancial. La materia sin forma no es un ente, sino pura potencia; la forma sustancial, por sí sola, tampoco se da en acto (salvo el caso del alma humana, que, por ser espiritual, puede subsistir después de la muerte).
Esto implica que la generación y la corrupción no afectan ni a la materia ni a la forma en sí mismas, sino al compuesto. Cuando algo nace, lo que se da es la unión de materia y forma en un nuevo ser; cuando muere o se destruye, lo que acontece es la separación de esos principios, aunque ni la materia prima ni la forma se “corrumpan” propiamente, sino que dejan de estar unidas en ese ente concreto.

La cantidad

Tesis X:
Aunque la extensión en partes integrales se sigue de su naturaleza corpórea, sin embargo, para el cuerpo no es lo mismo ser substancia que ser extenso. La substancia, en cuanto tal, es indivisible, no a la manera del punto, sino como aquello que no pertenece al orden de la dimensión. La cantidad, que da la extensión a la substancia, difiere realmente de ésta, y es un accidente en sentido propio.

Aquí Tomás distingue entre la corporeidad en cuanto tal y la extensión cuantitativa. Ser cuerpo no se reduce a tener dimensiones espaciales, aunque estas le acompañan necesariamente. La sustancia material es algo indivisible en cuanto a su ser, mientras que la cantidad le otorga divisibilidad y extensión.
La cantidad, pues, es un accidente real distinto de la sustancia, que permite que los cuerpos ocupen lugar, tengan tamaño y puedan dividirse en partes. Esta tesis es clave para sostener tanto la física aristotélico-tomista como las doctrinas teológicas (por ejemplo, la Eucaristía), donde la sustancia y los accidentes se distinguen realmente.

El principio de individuación

Tesis XI:
La materia determinada por la cantidad es principio de individuación, o sea, de la distinción numérica —que no puede darse en los espíritus puros— entre un individuo y otro que tienen la misma naturaleza específica.

La tesis sostiene que lo que distingue a los individuos dentro de una misma especie no es la forma sustancial, pues esta es común, sino la materia cuantificada. Por ejemplo, todos los hombres comparten la misma forma (el alma racional), pero cada uno posee una materia numéricamente distinta, determinada por sus dimensiones, que lo hace individuo único e irrepetible.


En los seres espirituales, al no haber materia, no existe multiplicidad numérica dentro de la misma especie: cada ángel constituye una especie en sí mismo. Esta doctrina pone de manifiesto la importancia de la materia como principio de individuación en el orden corpóreo.

El lugar

Tesis XII:
La cantidad hace también que el cuerpo esté circunscrito en un lugar, y que de ese modo solo en un lugar pueda estar, cualquiera que sea la potencia que se considere.

El hecho de que un cuerpo tenga cantidad implica que ocupa necesariamente un espacio determinado. El lugar no es una mera convención, sino la situación real del cuerpo circunscrito por sus dimensiones. De este modo, un mismo cuerpo no puede ocupar simultáneamente varios lugares, dado que su extensión lo limita a una ubicación concreta.


Esta tesis pone de relieve la diferencia esencial entre lo corporal y lo espiritual: los espíritus, no estando sujetos a cantidad, no se hallan circunscritos por el espacio. El alma humana, por ser forma espiritual, no está limitada en sí misma por el lugar, aunque se una substancialmente a un cuerpo que sí lo está.

TESIS BIOLÓGICAS Y ANTROPOLÓGICAS

El principio de la vida orgánica y de la vida sensitiva

Tesis XIII:
Los cuerpos se dividen en dos grupos: algunos son vivos y otros carecen de vida. En los vivientes, para que el mismo sujeto posea de por sí una parte motora y una parte movida, la forma substancial —designada con el nombre de alma— requiere disposición orgánica, es decir, partes heterogéneas.

Esta tesis subraya la dependencia del alma vegetativa y sensitiva respecto de la materia organizada. Para que un cuerpo tenga vida, debe presentar una estructura interna que permita que sus partes actúen de manera coordinada. La forma sustancial no es un mero añadido, sino el principio que da unidad y actividad al organismo. Así, la vida de los seres sensibles no puede explicarse solo por los cuerpos, sino que requiere la unión con un principio activo que ordena y mueve sus partes hacia un fin determinado.

Tesis XIV:
Las almas de orden vegetativo y sensitivo ni subsisten ni son producidas por sí mismas, sino únicamente son en cuanto principios por los que el viviente es y vive; y como dependen totalmente de la materia, una vez que se corrompe el compuesto (de alma y materia), ellas se corrompen inmediatamente per accidens.

La distinción entre alma y cuerpo revela la dependencia total de los seres inferiores de la materia. Estas almas no poseen existencia independiente: actúan únicamente dentro del organismo que las recibe. Cuando el cuerpo se corrompe, el principio vital deja de ejercer su función y se extingue junto con la sustancia corporal. Esto marca la diferencia con el alma humana, que subsiste por sí misma y no está limitada por la corrupción material.

El alma humana: naturaleza, origen y destino

Tesis XV:
Por el contrario, el alma humana subsiste por sí misma, puede ser infundida con el sujeto suficientemente dispuesto, es creada por Dios y por su misma naturaleza es incorruptible e inmortal.

El alma racional, a diferencia de las otras formas vitales, no depende de la materia para su subsistencia. Es creada por Dios y posee una existencia propia, capaz de sobrevivir a la corrupción del cuerpo. Esta tesis enfatiza la singularidad de la naturaleza humana dentro del orden creado: nuestra racionalidad y capacidad de conocimiento están íntimamente ligadas a la inmortalidad del alma, que permite la continuidad de la persona más allá de la vida material.

Tesis XVI:
Esta alma racional se une al cuerpo como su única forma substancial por la que el hombre es hombre, animal, viviente, cuerpo, substancia y ente. Por tanto, el alma da al hombre todo grado esencial de perfección, y además comunica al cuerpo el acto de ser por el que ella misma es.

La unión del alma y el cuerpo es integral: el alma no es un mero añadido, sino la forma sustancial que constituye al hombre como un ser completo. Gracias a esta unión, el cuerpo humano participa del acto de ser, adquiriendo vida, unidad y racionalidad. Esta tesis explica por qué el hombre es a la vez material y espiritual, y cómo ambas dimensiones colaboran para expresar la plenitud de su existencia.

Las facultades del alma humana

Tesis XVII:
Del alma humana dimanan, como resultado natural, dos órdenes de facultades, orgánicas e inorgánicas. El sujeto de las primeras, a las que pertenecen los sentidos, es el compuesto (de alma y cuerpo); el de las segundas es el alma sola. El entendimiento es, por tanto, una facultad intrínsecamente independiente de todo órgano corporal.

El alma humana posee facultades dependientes del cuerpo, como la sensación, y facultades independientes, como el intelecto y la voluntad. Esta distinción muestra que, aunque la percepción y la motricidad requieren un soporte material, la razón y la capacidad de conocimiento no están circunscritas a órganos corporales, lo que subraya la inmaterialidad de la mente humana y su capacidad de abstracción.

Tesis XVIII:
El ser intelectual o inteligente se sigue necesariamente de la inmaterialidad, de modo que los grados de intelectualidad siguen a los grados de alejamiento con respecto a la materia. El objeto adecuado de la intelección en general es el ente; pero el objeto propio del intelecto humano, en su estado actual de unión al cuerpo, se limita a la esencia de las cosas abstraída a partir de las condiciones individuales de la materia.

El intelecto humano, al operar sobre las formas inteligibles, no se agota en lo sensible. Su inmaterialidad permite captar universales y no meramente individuos concretos. Sin embargo, en su unión al cuerpo, su actividad cognoscitiva se realiza sobre los datos que le proporcionan los sentidos, de modo que abstrae la esencia de los objetos a partir de la realidad material. Esto explica la doble naturaleza del conocimiento humano: sensible y racional.

Tesis XIX:
Por tanto, recibimos el conocimiento a partir de las cosas sensibles. Pero como lo sensible no es inteligible en acto, hay que admitir en el alma, además del intelecto que propiamente entiende, un poder activo que abstraiga las semejanzas (species) inteligibles a partir de las imágenes sensibles de la fantasía.

El conocimiento humano requiere un poder activo que transforme los datos sensibles en inteligibles. Esta tesis muestra cómo el alma opera sobre la materia: no solo recibe pasivamente, sino que abstrae activamente los principios universales a partir de la experiencia concreta, lo que constituye la base de toda ciencia y filosofía.

Tesis XX:
Por medio de esas semejanzas intelectuales o especies inteligibles conocemos directamente lo universal (o la naturaleza) de las cosas; lo singular lo percibimos con los sentidos, y también con el entendimiento al mirar éste en las imágenes sensibles; y, por analogía, ascendemos al conocimiento de las realidades espirituales.

Así, la mente humana logra un conocimiento escalonado: primero lo singular mediante los sentidos, luego lo universal mediante el intelecto, y finalmente lo espiritual mediante la analogía. Esta progresión refleja el orden natural del conocimiento y subraya la capacidad del alma para trascender la inmediatez sensible y acceder a la realidad de los seres en su universalidad y perfección.

Tesis XXI:
La voluntad sigue al entendimiento, no lo precede, y quiere necesariamente aquello que le es presentado como un bien que sacia por completo su deseo; pero elige libremente entre aquellos bienes que se le proponen para ser queridos por un juicio o estimación variable. Por consiguiente, la elección sigue al juicio práctico último, pero es la voluntad la que hace que ese juicio sea el último.

La voluntad humana depende de la inteligencia, pues solo puede querer lo que ha sido comprendido como bueno. No obstante, conserva libertad, ya que puede elegir entre varios bienes disponibles. La tesis subraya cómo la razón determina la dirección de la voluntad, y cómo esta, a su vez, confirma la última decisión práctica del hombre, integrando conocimiento, juicio y acción en un acto libre y racional.

TEODICEA

Demostración de la existencia de Dios

Tesis XXII:
Conocemos la existencia de Dios, no por una intuición inmediata, ni por una demostración a priori, sino a posteriori, es decir, a partir de las cosas creadas, argumentando desde los efectos hasta la causa del siguiente modo: partiendo de las cosas que están sujetas a movimiento y no pueden ser ellas mismas el principio adecuado de ese movimiento, hasta llegar a un primer motor inmóvil; partiendo del producirse de las cosas de este mundo por causas subordinadas entre sí, hasta llegar a una primera causa incausada; a partir de las cosas corruptibles, que pueden indiferentemente ser o no ser, hasta llegar a un Ente absolutamente necesario; a partir de las cosas que, según perfecciones disminuidas de ser, vivir y entender, son, viven y entienden en diversos grados, hasta llegar a Aquel que es en grado máximo inteligente, viviente, ente; por último, a partir del orden del universo, llegamos a una inteligencia separada que ordenó, dispuso y dirige las cosas hacia el fin.

Esta tesis presenta la clásica vía tomista a la existencia de Dios: la teología a posteriori. Tomás argumenta que todo efecto requiere una causa adecuada, y que la cadena causal en el mundo sensible no puede retroceder infinitamente sin un principio primero. De este modo, se infiere la existencia de un ser absolutamente necesario, incausado y plenamente actual, que actúa como causa última de todo lo creado. Además, la observación del orden y la finalidad del cosmos conduce a la conclusión de que existe una inteligencia que organiza y dirige todas las cosas hacia un fin determinado. Este razonamiento combina causas físicas, metafísicas y teleológicas, integrando la experiencia del mundo sensible con la reflexión racional sobre su origen y destino.

La esencia divina

Tesis XXIII:
La Esencia Divina se nos propone rectamente, como constituida en su noción metafísica, diciendo que se identifica con la actualidad ejercida del mismo ser; o diciendo que es el mismo Ser subsistente; y por esto mismo, se nos manifiesta su infinidad de perfección.

Aquí Santo Tomás explica que la esencia de Dios no es otra cosa que su existencia misma: Él no “tiene ser” sino que “es ser”. Esta identificación absoluta entre esencia y existencia implica que Dios es simple, sin composición alguna, y plenamente actual. Su perfección es infinita, no sujeta a limitaciones de potencia ni a procesos de actualización como en los seres creados. Esta comprensión metafísica de la divinidad permite a la filosofía acceder racionalmente a la noción de Dios sin recurrir únicamente a la revelación, aunque esta última la complemente.

La ciencia de Dios

Tesis XXIV:
Por la misma pureza de su Ser, Dios se distingue de todas las cosas finitas. De lo que se infiere, en primer lugar, que el mundo no pudo proceder de Dios más que por creación; en segundo lugar, que el poder creador, que por sí y primariamente alcanza al ente en cuanto ente, no puede ser comunicado a ninguna naturaleza finita, ni por un milagro; por último, que ningún agente creado puede influir en el ser de ningún efecto, más que en virtud de la moción recibida de la Causa primera.

Esta tesis profundiza en la trascendencia absoluta de Dios respecto de lo creado. Ninguna criatura puede asemejarse a Él en perfección ni ejercer causalidad independiente de su poder. La creación es un acto totalmente libre y exterior a la naturaleza de las cosas: todo efecto en el mundo depende, en última instancia, de la moción y la causalidad divina. Esto asegura que el orden del universo, aunque observable y comprensible, nunca confunde a Dios con sus criaturas; la distancia ontológica entre el Creador y el mundo permanece absoluta, y al mismo tiempo explica la dependencia total de todo lo existente respecto de Él.

Conclusión

El análisis de las veinticuatro tesis tomistas evidencia la profundidad y coherencia del pensamiento de Santo Tomás de Aquino, así como la vigencia de su filosofía en el entendimiento de la realidad. Desde las tesis ontológicas que establecen la distinción entre esencia y existencia, pasando por las cosmológicas que explican la composición de la materia y la individuación, hasta las biológicas y antropológicas que profundizan en la naturaleza y facultades del alma humana, y culminando en las teodiceas que demuestran la existencia y perfección de Dios, se observa un sistema integrado y articulado.

Cada tesis no solo esclarece la estructura del mundo y del ser humano, sino que también establece los fundamentos racionales para la comprensión de lo trascendente. En conjunto, estas tesis muestran cómo la filosofía tomista continúa ofreciendo herramientas sólidas para pensar críticamente la realidad, en diálogo con la experiencia, la razón y la tradición, manteniendo su relevancia incluso en contextos marcados por el relativismo posmoderno.